El escenario de medios de comunicación de Chile muestra una preocupante concentración, hecho que puede ser constatado en la homogenización de los contenidos difundidos por televisión, prensa y radio, derivando por tanto una alarmante falta de pluralismo.
A pesar de la existencia del CNTV (Consejo Nacional de Televisión) no se ha logrado obtener un sistema de TV que dé cuenta de los procesos sociales en Chile. A pesar de ello, existe el exitoso modelo de Televisión Nacional de Chile (ley de TVN, 1992) que incentiva la autonomía y la autogestión a través de un modelo comercial, un espacio público que no existe ni en prensa ni en radio.
En 2012, el gobierno del Presidente Sebastián Piñera decidió cerrar el diario La Nación, último diario impreso definido como público, dejando la oferta informativa escrita en manos del duopolio de la prensa conformado por El Mercurio y COPESA, que juntos concentran más del 90% de los diarios de Chile. Hoy solo subsiste la versión en línea de La Nación (http://www.lanacion.cl/). Además, la publicidad oficial del Estado se concentra también en el duopolio de la prensa escrita, y pese a que la revista Punto Final interpuso una demanda contra el Estado, el Tribunal de la Libre Competencia desestimó la demanda.
La concentración de las frecuencias de radio del espectro en Santiago, en manos de PRISA, llega al 33%, y la concentración de la torta publicitaria supera ya el 40%. A su vez, el espectro asignado para las radios comunitarias llega como máximo al 10% del total en comparación con el 90% sector comercial. La supuesta diversidad que debe tener ese sector no se cumple, ya que las concesiones han sido acaparadas por monopolios radiales evangélicos y numerosas empresas que lucran con las frecuencias destinadas a organizaciones sociales.
El 28 de septiembre de 2012, el Tribunal de la Libre Competencia (TDLC) emitió la resolución que dio luz verde a la compra de Canal 13 de dos frecuencias de la banda FM[1] -Horizonte y Oasis- puso una voz de alerta sobre la propiedad cruzada de los medios de comunicación, aún a pesar de que el 5 de abril de 2012 la Fiscalía Nacional Económica entregara un informe al TDLC reconociendo el riesgo “para la libre competencia y calidad de los servicios desde la óptica del pluralismo, dado un escenario de altos niveles de concentración (…)”[2].
Debido a ello, la concentración de la radio en Chile se comportará oligopólicamente con 4 actores de importancia: Iberoamerican Radio Chile (Grupo Prisa) con 11 concesiones, Grupo Copesa-Dial con 6 concesiones, Grupo Luksic con 4 concesiones, y Grupo Bezanilla con 3 concesiones. En específico, este conglomerado de medios tendría en su haber 11 nuevas concesiones de Horizonte y Oasis. Con su aumento de participación de mercado en Santiago desplazará del tercer lugar a la Cía. Chilena de Comunicaciones (Cooperativa y Universo) con 10,6%, por detrás de Prisa y Dial. Por si fuera poco, en inversión total de avisaje radial, según datos de 2011, Grupo Luksic tomará posición de avanzada, con 10,1% después de Grupo Prisa 35,8%, Dial 16,3%, y Bezanilla y Cooperativa, con cerca del 15%. Los 5 grupos radiales en 2009 alcanzaron un 80% de participación en la torta publicitaria.
Considerando la posición de conglomeración de los medios de comunicación controlados por Luksic, el TDLC, si bien declaró en su resolución que es “consciente de que los fenómenos de convergencia tecnológica” sentenció, contrario a la evidencia, que no se aprecian riesgos importantes con motivo de la operación horizontal de aumentar su presencia en el mercado radiofónico y de su participación en televisión.
Las medidas de mitigación a la operación, entre ellas la prohibición de ventas atadas de publicidad en radio y televisión, la separación de los negocios de radio y televisión en empresas independientes, y no competir por dos años desde la suscripción del contrato, por mencionar algunos, no resuelven el problema de fondo: barreras de entradas, concentración de propiedad y contenidos, y composición horizontal, que muestra mayor dinamismo y efectos negativos para la pluralidad de medios, afectando a pequeños radiodifusores por economía de escala y fuerte presencia de actores dominantes.